Podríamos pensar que sentir miedo es malo, porque socialmente es una emoción que no está bien vista y se considera una debilidad. Cuantas veces hemos escuchado es de “gallinas”, es de débiles, de cobardes, pero:
¿Qué es el miedo?
El miedo es una de las cuatro emociones básicas que los humanos sentimos prácticamente des de que nacemos.
Sobre los ocho meses de vida es cuando empezamos a distinguir los rostros de las personas que nos rodean, y entonces somos capaces de diferenciar entre las personas que son familiares y las de que no. Es en ese momento, cuando aparece el miedo, y aquel bebé que un mes antes reía a todo el mundo empieza a llorar en los brazos de un extraño.
¿Para qué sirve el miedo?
Ese bebé se siente desprotegido/a y llora buscando la protección de sus seres queridos.
Por lo tanto, el miedo aparece como una emoción que tiene como finalidad protegernos delante de un peligro. Primero a través de mama y papá, y después de manera autónoma.
Cuando lo sentimos, nuestro cuerpo entra en modo de alerta, y nos lleva a poner atención con todos nuestros sentidos, en el presente, justamente para sobrevivir.
Gracias al miedo, hoy estamos aquí como especie, y como individuos. Ese miedo que nos mantiene presentes, nos ayuda a valorar la situación y a prestar más atención a lo que sucede, ampliando nuestra capacidad de valoración y permitiendo tomar mejores decisiones para protegernos y superar el peligro.
Siempre cuento una historia en las sesiones de terapia:
“Imaginemos que, habiendo vivido toda la vida en la ciudad, un día vamos de excursión y nos adentramos en la selva. ¿Qué pasaría si no tuviéramos nada de miedo? Quizás empezaríamos a hablar de nuestras cosas, del trabajo, de la pareja… y en una distracción, pisaríamos un nido de hormigas asesinas. Allí, la excursión dejaría de ser agradable, para convertirse en un problema.
Pero si hubiéramos tenido miedo antes de empezar, seguramente nos habríamos planteado cuanto de seguro era la excursión, que necesitábamos para protegernos y eso nos habría llevado a prepararnos a consciencia con lo imprescindible, estando atentas a cada paso del camino, y sorteando así, el nido de hormigas”.
Gracias al miedo, nuestra excursión tiene más posibilidades de ser un éxito y una gran experiencia que contar.
¿Cuándo es natural sentir miedo?
El miedo es natural sentirlo delante de un peligro, y ser esta proporcional en intensidad al peligro que nos enfrentemos. A veces, puede pasar que sintamos miedo por cosas que de entrada no suponen un peligro, en ese caso, deberemos profundizar en ello, para resituarlo, ya que, a veces, cuando somos pequeños, nos dan miedo cosas, que socialmente no están aceptadas, y el niño/a cambia ese miedo dirigiéndolo a otras cosas que si están aceptadas, como por ejemplo, “me da miedo papá cuando se enfada, y lo cambio por el miedo a volar en avión”.
¿Qué hago si siento miedo?
Si notamos que sentimos miedo, en primer lugar, vamos a valorar el grado de peligro en el que nos encontramos.
Seguidamente nos podemos preguntar: ¿Qué necesito para sentirme segura/o?
Y, por último, vamos a equiparnos de todo aquello que necesitemos para estar seguros, para “entrar en nuestra selva particular”.
Por ejemplo, si tengo miedo de salir a la calle y coger el COVID-19, me voy a preguntar: ¿Qué necesito para sentirme segura/o? Una mascarilla, un bote de gel para las manos y también decido que no voy a ir al supermercado esta semana todavía, iré al pequeño comercio del barrio, porque me encontraré a menos gente, etc.
De esta manera el miedo nos avisa, y si lo aceptamos, podemos sostenerlo y actuar en beneficio propio, dándonos el permiso de decidir qué vamos a hacer y cómo. Nos estamos protegiendo, y eso, nos trae de vuelta a la seguridad.
Si necesitas trabajar algún miedo que te bloquea, te puedes poner en contacto conmigo a www.creixment/contacto